En Los gatos salvajes hay mucha –y buena- literatura y hay también una muy profunda meditación sobre lo que supuso la contienda civil. La misma historia que da título al libro, es muy significativa. Esos gatos salvajes son los habitantes de un pueblo en la tierra de nadie que de pronto, quizá por asemejarse a los hombres (como buenos animales domésticos), comienzan a agredirse los unos a otros sin razón aparente.
Hay aquí una buena muestra de la narrativa de Gaya, que se desenvuelve mejor en el tranco corto del relato y que mantiene las características de toda su obra. Para un hombre que escribió un cuento que comienza con estas palabras: Hay días en los que me apetecería matar a alguien la obra literaria de Gaya es la de un narrador que no tiene nada de demiurgo sino, por el contrario, de muy apegado al hombre, al que demuestra conocer muy bien, en sus virtudes y en sus defectos. Quien haya tenido hombres a su cargo, en el Ejército o en la Empresa, sabe de qué hablo. Que el hombre puede que no sea ese ser benéfico que imaginaban las Constituciones decimonónicas, pero tampoco es un lobo para el hombre y que, promediando, es buena gente.